martes, 23 de noviembre de 2010

Columbares. Historias de la noche oscura...


`EL SECRETO´ es el último de los cuentos sobre la actividad Columbares. Historias de la Noche Oscura, esperamos que os hayan gustado.
Nuestro departamento literario seguirá creando en breve más relatos, hasta entonces podéis seguirnos también en facebook.
Entre los próximos proyectos que realizaremos se encuentra ARGARRUCHAL (más info en www.argarruchal.com) y continuamos con el resto de actividades de Naturaleza La Playa de las Tortugas y El Acantilado Fósil además de nuestra famosa ya Ruta de la Noche Oscura.

Un saludo.

Columbares. Historias de la noche oscura...


EL SECRETO

-Tu abuelo me dijo la primera vez que entramos: “De esto ni una palabra a nadie. Nos jugamos el futuro de nuestra familia. Lo has visto porque tú lo tienes que saber y ya vas teniendo la edad. A nadie le importa lo que hay aquí, sólo a nosotros y nadie más. Tu madre no sabe nada, ni tus hermanas; a las mujeres no se confían secretos, por muy buenas que sean, más tarde o temprano lo dicen, no lo pueden remediar. A tu hermano sólo debes traerlo si ves que algún día te mueres y no tienes hijos varones. Es el secreto de la familia, lo encontró el primer Cánovas que llegó aquí, y se ha mantenido así hasta hoy”.

Esto mismo es lo que te digo a tí en este momento. No te imaginabas que tan cerca de casa existía este lugar, pero ahora que lo sabes... serás quien custodie su silencio eterno.

Tienes estudios superiores, más motivo para valorar lo que vale y lo que no. No sabemos que Cánovas fue el descubridor, seguramente el bisabuelo de tu abuelo que construyó con sus manos gran parte del camino, al quitar un zarzal movió involuntariamente la piedra de la entrada. Enseguida comprendió que estas tumbas eran antiguas, muy antiguas y que las inscripciones en la piedra, así como la ausencia de cruces y señas de identidad cristianas indican varios milenios de existencia.

Fantástico, ¿a qué si?, lo que yo he podido averiguar es que estas, las pequeñas, tienen letras romanas nada menos, y en estas vasijas se encuentran las cenizas de varios centenares de cadáveres.

Ahora, acerca la linterna, ven conmigo, con cuidado con la cabeza, entramos de perfil, así... ¡te he dicho cuidado con la cabeza, joder!... mira, ¿sabes lo que son? Se llaman cistas y son las primeras sepulturas conocidas en el Sureste, las construían los hombres de la Cultura Argárica, los que inventaron por aquí la agricultura... las primeras poblaciones sedentarias, organizadas de forma compleja: más de 3.000 años como mínimo, en losas de arenisca los ricos, en tinajas los pobres, ¿respiras su silencio, su paz eterna, captas sus presencias? Te aseguro que a partir de hoy, siempre, siempre los llevarás aquí. Y si algo los amenazara, si algo hace peligrar su paz... deberás eliminarlo como se acaba con una rata, de cualquier manera. Además ellos te ayudarán... no sería la primera vez.

Ahora viene lo más importante de la visita, ven iremos más adentro... por aquí, no vuelvas a darte con el techo... mira... en esa leja... es tu abuela Pilar... aquí tu abuelo Francisco, allá el tío Enrique y su hermana, Raquel... todos, todos están aquí, Emilia, Ricardo, Isabelita, Tomás... y la última en llegar la abuela Rosario. Tienes mal color, ¿te pasa algo? Pues olvidalo. Nadie de los nuestros estará más tiempo del absolutamente necesario en el cementerio del pueblo, ¡nadie!, cuando yo muera (ojalá sea así, que sea yo el próximo, como corresponde al más viejo) tú me traerás aquí, me pones ahí, me gusta esa esquina... por el momento de sacarme del cementerio no te preocupes pues ellos te lo dirán, y cuando lo hagan no dejes pasar tres noches sin ir por mí, no es que lo quiera yo, es por ellos... cuando reclaman a alguien son poderosos, insistentes, exigentes, mucho más fuertes que nada de este mundo, y no podrás esconderte...

Tú ya eres el siguiente conocedor del secreto, el encargado del silencio y custodio de la paz eterna. Ven, pasa por aquí, un poco a la derecha tras esa reja, mira: esos son los que necesaria y absolutamente tuvieron que desaparecer. Ahí un espeleólogo o paleontólogo, no sé ahora exactamente... me solicitó permiso para mirar estratos y lo encontré en la puerta, ese es tu amigo de la infancia, ese que se perdió jugando con la pandilla, el infeliz se metió aquí... hay más pero yo no sé quiénes son... por último... has de pasar la prueba. No te canses intentando abrir la reja, no podrás... ellos te conocerán y tú a ellos... vendré dentro de veinticuatro horas, no, no hagas ruido, les molesta y no sirve de nada, tu madre te cree por Murcia, en casa de tu amiga esa que no me acuerdo como se llama...

lunes, 15 de noviembre de 2010

Columbares. Historias de la noche oscura...


LA VOZ DEL AGUA

Era el mejor, nadie lo discutía. Poder contar con sus servicios era tener la certeza del éxito. No fallaba jamás. Se permitía el lujo de pensarse y elegir. Aquella mañana de Enero de 1916 lo esperaban en la villa, desde el pasado Agosto, cuando él aceptó todos los trabajadores fijos de la Casa de Los Lucas tenían que estar preparados, pues era condición del genio que desde que apuntara el sitio hasta llegar al objetivo no se podía parar, ni siquiera un mínimo descanso o todo se echaría a perder.

Era raro, extraño, serio, enérgico, lucía larga y cuidada melena como un aristócrata del siglo anterior, y a sus 28 años no se le había conocido ni mujer ni vicios, era tan reservado como para pensar que los misterios sobre su vida privada seguramente eran una caja de sorpresas, afeitado a diario y muy bien vestido en un invariable color negro, un luto permanente a tono con sus ojos, nadie ni siquiera el cura más descarado, era capaz de soportar ese pozo infinito que reflejaba su mirada...

Era una necesidad fundamental a la hora de levantar una casa, de fundar un dominio, de iniciar una dinastía. En la Sierra de Los Villares sin un pozo no había nada que hacer.

Cobraba por adelantado, sólo los que le pagaban sabían sus honorarios: todo secreto, aquel que se iba de la lengua pagaba con el agua su osadía, primero se tornaba roja, después venenosa, al final desaparecía, como si el pozo por él descubierto supiera de la voluntad de su dueño. Yo a mis cincuenta años, con casi todos ellos dominando hombres, estaba muy, muy, incómodo, mi rango y mi autoridad quedarían absolutamente sometidos a la voluntad del Señor de las aguas profundas: el zahorí venido del mar.

Los hombres estaban preparados, las bestias también, provisiones y herramientas para resolver de una tirada el mayor prodigio realizable en el secarral murciano: un pozo con agua abundante y fresca. El trabajo era colosal, las necesidades muchas; por un lado excavar el hoyo en terrenos imposibles, por otro fijar las paredes con rocas, de arriba hacia abajo, y muy bien, de no hacerlo así los derrumbes serian inevitables, hacerlo a plomo con la circunferencia perfecta, fijando primero la pared por el exterior con las rocas más grandes, por dentro rellenando huecos con rocas más pequeñas, previamente preparadas y seleccionadas, así se ganaba centímetro a centímetro, un fracaso con muchos metros avanzados era tirar por la borda esfuerzos, tiempo, y en ocasiones vidas.

Con demasiada frecuencia el agua no aparecía jamás. Pero lo peor del asunto era tener que hacerlo de forma continua, sin descansos, ni para comer, sin noche ni día, los turnos habían de ser dobles: maestros poceros, canteros, peones y bestias, además en pleno Enero. Que los hombres cumplieran era mi objetivo, a pesar de accidentes o averías, por eso estaba allí yo. Sentía curiosidad por ver cómo lo hacía, sabía de unos que utilizaban péndulos, otros varitas, plumas de ave... todos detrás de él a la espera de la indicación del lugar... este no hacía nada, sólo caminar, mejor deambular sin sentido evidente, pasaron horas, más de medio día. Se paró, pegó el oído a la tierra en un punto y nos mandó callar. El tiempo, detenido, era lento, muy lento, muy largo, cuando se levantó su rostro lo decía: !Aquí, bajo mis pies! Empezaba la segunda parte, la que de forma ininterrumpida nos conduciría al éxito o al fracaso final, organización y trabajo mucho y muy duro...

...Al décimo día el fondo se transformó en una losa de piedra, con veintitrés metros y sesenta centímetros, el avance sólo podía ser a cincel y maza, a la oscuridad del hueco se sumaba la de la noche, sólo rota por los chispazos de los golpes que sonaban por el imponente tubo. La feroz resistencia de la arenisca fue vencida después de dos jornadas interminables: primero se tornó húmeda, el agua comenzó a fluir. En el mismo instante amanecía. La buena nueva corrió como la pólvora, por fin el Tío Lucas construiría en sus terrenos una casa muy grande para su familia y todas las familias de los obreros, con patio y cuadras, horno y chimenea, la vida sería posible en el lugar que el nuevo pozo iluminaba. Si todo marchaba bien, para finales del Verano las personas vivirían bajo un nuevo techo lleno de futuro.

Estaban invitados todos los vecinos, cercanos y lejanos el 23 de Octubre, día de San Juan Capistrano, en la flamante villa se celebraba la boda de la única hija de los señores de la casa. Y sólo una familia no iría. El prestigio ganado desde generaciones estaba cuestionado. Nadie, ningún encargo, nada. Lo normal era fallar de vez en cuando... encontrar agua no era una ciencia exacta, nunca lo había sido, pero el caso del Zahorí Negro era excepcional: no fallaba nunca, cobraba un disparate, además exigiendo condiciones particulares excéntricas, extenuantes, imposibles... ¿cómo lo haría? Sin aprendiz ni ayudantes, seguramente con técnicas muy oscuras, rayando en pactos que afectaban al alma, pues por qué los pozos descubiertos continuaban bajo su control después de largos años... algo que ningún Zamora aceptaría jamás, ellos eran auténticos buscadores, lo llevaban en la sangre desde siempre... todo estaba en juego. Así se puso en marcha la comitiva de tres hombres, dos generaciones bajo la orden del patriarca: buscar, encontrar, averiguar el secreto y robarlo, acabar con el Zahorí.

Cuatro años después de aquella boda, el 24 de Octubre, primera noche de Luna Nueva un sonido aterrador surgió del pozo de Los Lucas, una agonía amplificada: La muerte hablaba por el agua con la voz de un niño pequeño, consolando al moribundo... recibiendo a su hermano gemelo vivo. Lo mismo escuchó todo aquel cercano a cualquiera de sus obras, sus prodigios de caudal subterráneo, indicados con amor por aquel, separado al azar, con muy pocas horas desde su nacimiento...

-Esta noche te veo atontao, y eso que no bebes, ¿qué pasa?, es lo que ya habías oído... a los Zamora los agarrotaron en Cartagena en Febrero del 21, les hicieron un favor, no hubo ni cura ni no cura que les quitara el agobio de ser perseguios por el agua y torturaos hasta el alma sin sueño ni descanso para su sed infinita. A los pozos no les pasó na, pero nadie dijo ni una palabra de lo que oyeron aquella noche...

lunes, 8 de noviembre de 2010

Columbares. Historias de la noche oscura...


LOS ESCLAVOS DEL HADES

A finales del siglo III antes de Cristo llegaron a las costas de Hispania los primeros conquistadores romanos, como parte de los contingentes que hacían la guerra a los cartagineses de Anibal. Después de vencer se quedaron y comenzó una explotación sistemática de todos los recursos naturales disponibles, sobre todo, interesaba hierro, oro y plata. Un sistema social, basado en el esclavismo, condenaba a la mayoría de la población a la pérdida de libertad de por vida, dentro de lo malo también tenían diferentes funciones y destinos, el peor con toda seguridad eran las minas. Más de cuarenta mil esclavos trabajaban y morían en las minas de plata de Cartagena, en condiciones terribles, tanto por el trabajo en sí como por los constantes derrumbes y accidentes que se producían. Los centenares de muertos, que ha diario se sacaban de los recintos mineros y de las jaulas de reposo, daban fe de la cortísima esperanza de vida de la población minera cautiva.

Cincuenta y cuatro años antes del nacimiento de Cristo una columna de prisioneros se reunía en el puerto con el fin de ser clasificados y vendidos, los más afortunados; pues aquellos que no encontraran un dueño esa jornada irían destinados, irremisiblemente, a los agujeros de la plata. Los más fuertes y jóvenes, así como las niñas y niños aparentemente sanos, constituían las atenciones preferentes de los compradores. Era un momento en que la numerosa clase patricia de latifundistas y terratenientes estaba en pleno apogeo, mientras, los pequeños campesinos apenas conseguían sobrevivir con pequeñas parcelas donde la actividad agrícola se completaba con pequeñas explotaciones ganaderas. Muchos, cada vez más, se veían obligados a mal vender sus tierras y alistarse al ejercito para poder vivir.

Lucio Filipo llegaba tarde y con poco dinero, llevaba en el camino desde antes del amanecer, pero el sol de Julio en el campo de Cartagena, no permitía, desde muy temprana hora, forzar demasiado las caballerías, mulas que eran muy valiosas, sobre todo para un campesino como él. Cuando llegó al puerto la actividad estaba en declive, y las mejores gangas agotadas. Poco o nada quedaba que mereciese la pena, el necesitaba un esclavo joven y fuerte, que supiera de ganado y que hablara latín, por lo menos lo bastante bien como para entender correctamente las órdenes, y esos ya estaban en posesión de especuladores y con precios bastante por encima de lo razonable. Así que volvió a mirar al grupo de venta, con la esperanza de hallar algo económico y que se pareciera a su idea inicial; no, ahí no quedaban más que hombres demasiado viejos, mujeres de saldo, o niños tarados y medio tullidos, mala suerte.

-¿Qué te pasa campesino? ¿Acaso tienes tanta paja por recoger este Verano que no te deja tiempo para pasar la noche en la ciudad? O quizá las ovejas no son capaces por si mismas de encontrar el agua que necesitan y se la tienes que acarrear tu antes de que amanezca. Aunque a lo más seguro, las mulas que te han traído hoy aquí, son las mismas que anoche tuvieron que trillar hasta muy tarde, pues desde que falleció tu esposa, no te acuerdas ni de la hora de cenar.

Un frío intenso atravesó la mente del campesino. Miró a su alrededor pero allí no había nadie, -¿de donde salió esa voz?

-¿Qué voz?, ¿qué dices? Le contestó un marinero que en ese momento estaba a su lado -Hablas sólo... mal asunto, (mientras con el dedo índice se tocaba la sien).

Lucio buscó con la mirada... empezaba a ponerse nervioso, además la luz de la mañana perdía fuerza haciéndose pálida, espesa, lejana, él, que era el tipo más tranquilo que conocía, empezaba a tener síntomas raros, le temblaban las manos y el corazón iba deprisa, demasiado deprisa.

-Estoy aquí, debes comprarme antes que nos entreguen a la guardia de las minas.

Miró con atención, más cerca de la muralla de los cartagineses había un pelotón de esclavos, ya preparados para salir en dirección a las montañas de la plata, mercancía de desecho apartada del resto del contingente.

-Si, estoy aquí. Mira con atención, mira a la tonta...

Sobre la espalda de una mujer gigante, de rostro deforme, repulsivo, muy raro, con la boca abierta de la que salia permanentemente un hilo de babas, iba alguien, parecía un fardo o un saco, pero no, era otra mujer, muy delgada, muy pequeña, con el pelo completamente blanco que aparentaba estar desfallecida o enferma, balanceándose sobre la otra de forma exagerada, como un peso muerto a cada paso irregular de su porteadora.

-No esperes más. Tienes que comprar. Tienes que comprarnos a las dos. Te sobrarán monedas...

La mañana oscureció. Lucio detuvo al pelotón.

-¿Seguro que quieres esas dos? Pero si no valen para nada... esa subnormal coja es para premiar esclavos de las minas encargados de producir, y la otra ya sólo les servirá de entrenamiento a los molosos de los vigilantes. Bueno, no voy a criticar tus aficiones campesino, dame quinientos sestercios y son tuyas.

No contestó, se limitó a mirar al propietario del pelotón.

-Bueno está. Que sean doscientos y llévatelas, es lo mismo que me darán en las minas.

Sacó el importe y le pagó al traficante, un soldado soltó de las cadenas a las dos mujeres, señaló a su nuevo dueño indicándoles que se iban con él. La babosa se puso en marcha, portando en volandas a la otra, caminaron tras el campesino, venido de los montes y campos del interior de la provincia, que las llevaría a su modesta villa, entre la cara sur de Columbares y la sierra de Los Villares, montañas que separan la Vega del Thader del Campo del Mar Menor.

Todos los habitantes de la casa se asombraron profundamente al ver lo que su dueño Lucio Filipo, traía en el carro. No era para menos, necesitaban un pastor, esperaban un hombre joven o maduro, que entendiera de ovejas y cabras, todos conocían las intenciones de su dueño. Ninguno salía de su asombro, una subnormal de aspecto horrible y una cosa rara, de edad imposible, con cuerpo de anciana... y voz de niña. Seguramente fue la muerte de su esposa lo que le impulsó a buscar secretamente un camino, una vía de comunicación con los muertos, necesitaba de ella, buscaba su manes (alma) para continuar su relación, a pesar del terrible accidente que le había costado la vida. Estuvo con buscadores de lemures (fantasmas), e hizo sacrificios convocando núminas (fuerzas sobrenaturales), que intermediaran por él, ante Hades, orando diariamente a los lares familiares, realizando ofrendas en el pequeño altar donde el columbario de Flavia se encontraba. Y no hacía mucho tiempo que sintió las primeras voces... al principio muy flojas, apenas audibles, pero suficientes para dar fe a su esperanza, después la escuchó a Ella. La Niña-Anciana, que recogió en el puerto, hablaba como ellos, hablaba con la voz de los muertos.

Lucio de por sí no era un hombre muy hablador, y apenas tenía confianza con sus esclavos, un poco más con el capataz, sin tratos personales, tampoco hizo uso de ninguna otra mujer, esclava o ramera, su fuerza era su silencio, su yo más intimo. Esa mañana tenía mucho más que un esclavo, acababa de hallar el fundamento de su vida, estaba seguro de hallarse por encima de la lógica y del sentido común, por encima de las fuerzas naturales.

Los cambios no tardaron. Los primeros en percibir que algo estaba pasando fueron aquellos interesados en la ruina del campesino, los dos vecinos latifundistas se vieron afectados por problemas inesperados, uno de ellos fue asesinado por una esclava enloquecida que le prendió fuego mientra dormía. Al segundo lo encontraron vagando por la montaña desnudo, articulando frases sin cordura, preso de fiebres extrañas.

Ella hablaba sin voz, y su voluntad era más fuerte que la vida. Pronto empezó a exigir sacrificios, el poder se manifestaba, los quería, sin ellos nada era posible. Las noches sin Luna fueron noches de muerte.

-El alma de esta víctima será propietaria del lugar donde se entierre, y yo la dueña de su alma. Enterrad su cuerpo aquí, yo me reservo su sangre, toda, hasta la última gota, así me obedecerá, será eterno esclavo en el Hades, listo a la llamada.

Arañas negras oscurecieron caminos, aves nocturnas llenaron los cielos, extraños y feroces animales procreaban en lo más profundo de los montes, vigilantes, protectores... Cada vez más luces alumbraron la oscuridad... cada vez los días oscurecieron más. Pasarán siglos, milenios, y el rastro de la niña-anciana permanecerá, eterno, en la noche negra... cuando suenan los cárabos, las familias siguen orando, suplicando protección, a sus propios difuntos, de los infinitos fantasmas dueños de la noche en Columbares.

martes, 2 de noviembre de 2010

Columbares. Historias de la Noche Oscura...


AMNESIA

¡Qué difícil!, es terrible. Sólo quien haya pasado por algo parecido puede comprenderme. No sé quién soy, no sé dónde ir, y quizá lo peor son esos pensamientos agobiantes, aplastantes, esas sensaciones de vacío y soledad que no me dejan descansar ni un instante. Es extraño, muy extraño, siento el cuerpo raro, no, no es dolor, estoy bien, estoy perfectamente, es sólo un cosquilleo intenso, desagradable, muy desagradable.

Hay cosas que tampoco entiendo, sobre todo esa necesidad de oscuridad y silencio que me obliga imperiosamente a ocultarme de todo y de todos antes que el día amanezca. ¿Cuánto tiempo llevaré así? No lo sé, lo único que tengo claro es que soy de por aquí. Esa es la rambla del Garruchal y mi escondite está arriba, en la cueva que hay en lo alto del Puntarrón. Cuando salgo voy siempre hacia Lo Serrano porque es en esa rambla donde encuentro sosiego en sus rocas, talladas por siglos de avenidas, mi espíritu consigue un instante de paz... no, no estoy loca, intento comunicarme con los otros, pero no me salen las palabras... me cruzo en su camino y me ignoran... los sigo y no me miran... ¿por qué?

No recuerdo mi nombre, ni mi casa, se que sufrí un golpe, un accidente... algo, y eso me provocó amnesia. Lo que tengo que hacer seguramente es bajar hacia el pueblo, pedir ayuda, pero soy tan miedosa y mi acentuado sentido del ridículo, (menuda pinta debo tener, desnuda y sucia), no, no creo que sea capaz de afrontar un encuentro ahora con quienes tal vez sean vecinos, amigos, familiares, o conocidos, lo mismo da, yo no sabré reconocerlos, no sabré distinguir a unos de otros me moriría de vergüenza. Prefiero buscar ayuda, pediré auxilio esta noche a alguien que casi seguro no me conoce, de manera que no peligre mi reputación, ni mi status social, de eso estoy segura: soy una mujer importante, estoy habituada a controlar y gobernar gente, tras largos años de sacrificio y dedicación por fin estoy donde merezco, la imagen de mí misma no la puedo poner en cuestión.

¿Cuánto tiempo llevaré así? No puede ser demasiado. Me habría muerto pues no he comido ni bebido nada desde el accidente. Ahora que lo pienso, me parece que quizá no soporte la luz por mis ojos, siempre me han dado problemas... ¡joder! Eso va a ser, va a ser que los he dañado, que... pero lo más extraño es que veo en la oscuridad, y bastante bien.

¡Decidido! Esta noche no hay Luna, y yo, (quién sea) estoy decidida y pediré ayuda. Es hora de salir.

Me acercaré a la casa que está a la derecha de las charcas, después de subir la cuesta. Allí seguro, me atenderán debidamente, me llevaran al hospital, que me vea algún especialista... vaya con los pies, se me han quedado tiesos, claro, ¡todo el día sin moverme!, es lo menos que me puede pasar...
-¿Y tú qué quieres?
-¡Largo! Lo único que me falta un perrucho dando por saco, ¡humo!, ¿no te vas? Tienes suerte de mi debilidad que si no... ¿qué ha sido eso? Algo me ataca desde arriba... ¡es un cárabo! ¿cómo es posible? en esta época no anidan, sé que cuando crían estas aves atacan a quien consideran amenaza, pero ahora en pleno invierno... ahí vuelve el maldito ¡ah!...

Me ha robado algo, lleva algo entre sus patas y ahora chilla, igual está llamando a su pareja o hermanos... Tengo que darme toda la prisa que pueda, he de llegar ya... Por fin la puerta, la golpearé, aquí timbres no hay, otra vez la mano, casi no la puedo mover... estoy muy enferma, a ver si abren... ¿Por qué esa cara? ¿por qué gritas así? ¿es que no has visto a nadie accidentado? Necesito ayuda, no puedo hablar... vienen más, por fin... pero... ¡han vuelto a cerrar! No puede ser... a ver la ventana... ¡Dios! ¡Aquí hay algo horrible!... cielo santo... ¡soy yo!, creo que empiezo a comprender... Me ha pasado lo peor.

¿Por qué entonces me muevo? Sigo pensando, estoy funcionando... el cosquilleo por todo va a más, no sé lo que pasa. He de irme antes de que estos mueran de miedo... he de encontrar respuestas, ¡otra vez los cárabos! vienen a comer, a esos no los asusta nada, quizá solo su propio canto, el sonido más estremecedor de la Naturaleza, o sus ojos más negros que la nada, que la oscuridad absoluta, presagio cierto de la peor calamidad.

De nuevo en la cueva, aquí por lo menos puedo pensar. Tendré que asumir...
-Eso, ¡tendrás que asumir! Ya vas por el buen camino.
-¿Quién eres? ¿cómo lees mis pensamientos? ¿me puedes ayudar? Si eres capaz de saber cómo me siento, sabrás lo mucho que necesito una respuesta.
-Soy la Luz Negra que viene a buscar a todos aquellos como tú... a haceros comprender... sois muy pocos los casos, pero cuando sucede yo aparezco... Fui creada para eso.
-Dime... ¿estoy muerta?
-Sí.
-Pero me muevo, ¿cómo es posible?
-Porque no recuerdas.
-Recordar, ¡eso! necesito recordar.
-Sí, necesitas recordar.
-Pues ya está, ayudame si puedes.
-No puedo, si tú no quieres. Tienes que desearlo por encima de todo... por encima del miedo... salvo que desees contemplar y sentir tu propia descomposición, tu putrefacción, tu cuerpo aprovechado del único modo posible ya...
-Dime que tengo que hacer, ¡quiero recordar!
-Sé que lo dices con toda sinceridad, por tanto preparate. Has tenido un accidente de automóvil en las curvas del Estrecho, moriste en el acto, en plena noche te arrastrabas y corrías huyendo, de algo aún peor. Pasa a todos los que como tú, os llega la hora, pero no queréis... He conocido agonías interminables, victorias milagrosas ante enfermedades terribles, funcionamientos corporales centenarios... todos, todas, con algo en común: un espíritu que se resiste, que lucha muy fuerte, para no llegar al sitio donde otros lo esperan... para recordarlo... para recibirlo... y ajustar cuentas a esa persona, especial, que en vida les dió tanto sufrimiento, tanta crueldad, tanta muerte como tú les diste a ellos.